Un
menú antártico: corazón de foca, tortilla de pingüino y cormorán a la parrilla
Los cerebros de foca frescos, los huevos de pingüino, o los
cormoranes a la parrilla eran hasta hace relativamente poco algunas de las
exquisiteces con las que sobrevivían los científicos situados en bases de la
Antártica.
Pero desde 1959, el Tratado del Antártico considera el
continente como una reserva natural, por lo que las bases científicas han
dejado de alimentarse de la fauna local y su dieta depende ahora de la comida
que importan y congelan.
"Hoy en día, tienes que usar lo que tienes en el
almacén: cosas congeladas, cosas en lata y, si estás realmente desesperado,
cosas en polvos", explica Alan Sherwood, un veterano cocinero de la base
británica de Hortera, en la Península Antártica. "Ahora estamos a punto de
emplear cebolla deshidratada, porque se nos han acabado", indica. "No
puedes salir a la calle y comprar unas cuantas".
La mayor parte de los alimentos llegan en barco dos veces al
año, en diciembre y marzo, junto a algún vuelo esporádico procedente de Chile.